Dicen por ahí que Riquelme no terminó la secundaria. Se dice, también, que eso vendría a ser una mala imagen para los niños argentinos que lo admiran. ¡Bah!, a mí me preocupa que los niños peruanos no tengan a quién admirar.
Además, todos sabemos que no hace falta ir a la escuela para jugar de esa manera: en su oficio, el diez argentino ya es un sabelotodo, un erudito de la pelota. Lo suyo no se aprende en las aulas ni tampoco en los libros; viene en los genes, Juan Román ya estaba predestinado. Y qué bien le sienta la diez. Hoy más que nunca Maradona puede estar tranquilo (Messi no es el sucesor, el indicado es Román).
El partido Perú-Argentina ha terminado hace una hora, pero todavía permanece en mi retina el abrazo entre Riquelme y Tevez. Me conmuevo: esa imagen quedará capturada en mi memoria para siempre, pues es un abrazo de hermanos de sangre, traspasa lo meramente deportivo. Ambos xeneizes, ambos talentosos, y, por último, ambos conscientes de que ponerse la albiceleste es lo mejor que les ha podido pasar en la vida. Abrazo filial que destila pasión, amor y cualquier adjetivo bienhechor que se nos pueda ocurrir.
No sé si Argentina será el campeón de esta Copa, pero lo más probable es que sea así. No olvidemos que Basile va por la tercera, pues ya la ganó dos veces (Chile 1991 y Ecuador 1993). Quizá en una tarde azarosa, Brasil sea capaz de ponerle el pare a este equipo formidable que –y lo digo tratando de dejar los afectos de lado– es el mejor del mundo.
Se dio la lógica en todos los partidos de cuartos de final:
Uruguay 4 – Venezuela 1
Brasil 6 – Chile 1
México 6 – Paraguay 0
Argentina 4 – Perú 0
domingo, 8 de julio de 2007
El iletrado más sapiente del mundo
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